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17/6/2011 - ENTREVISTA SOBRE LA “FIDELIDAD VOCACIONAL”
Imagen Service-ENTREVISTA SOBRE LA “FIDELIDAD VOCACIONAL”

al Consejero general para la formación

sobre las Orientaciones aparecidas en ACG 410

 

 

 

1. En el sexenio pasado la Congregación ha reflexionado especialmente sobre la fragilidad vocacional; ahora se la invita a profundizar en el tema de la fidelidad vocacional. ¿Hay alguna conexión entre la fragilidad vocacional y la fidelidad vocacional?

 

La fragilidad y la fidelidad son dos caras de la misma moneda. Por un lado, la superación de la fragilidad trata de reforzar la opción vocacional, profundizando en los primeros años de la formación en el sentido y las motivaciones de la vocación. Por otra parte, la fidelidad presupone la maduración vocacional, que mantiene viva la conciencia de las intervenciones de Dios en la propia historia personal y sostiene el compromiso diario de la respuesta generosa y creativa a la llamada de Dios. Se ponen así las bases parar vivir plenamente la propia vocación.

 

 

2. Hablemos ante todo de la fragilidad. ¿Ha ayudado a las Inspectorías la experiencia de estos años a comprender mejor esta realidad y, por tanto, a comprometerse para superarla?

La fragilidad vocacional es una cuestión todavía actual y abierta; requiere que la siga de cerca y se la tenga en cuenta. Pero hoy hemos adquirido una nueva conciencia y una comprensión más profunda de lo que significa; esto ayuda a afrontar mejor sus retos y a decidir las soluciones más idóneas para superarla. Hemos advertido también que la fragilidad presenta tres rostros diversos y complementarios, que requieren respuestas específicas.

 

 

3. ¿Cuáles son esos tres rostros de la fragilidad?

 

Ante todo está la fragilidad psicológica. Los jóvenes de hoy son generalmente abiertos, disponibles y generosos; prestan más atención a los aspectos de relación y menos a los institucionales; buscan relaciones sinceras y auténticas. Al mismo tiempo manifiestan identidades inciertas; a veces presentan una visión autorreferencial y narcisista de la vida; tienen un agudo sentido de la libertad individual; tienden a actuar según las propias emociones; se sienten atraídos por grandes ideales, pero privilegian la satisfacción de las propias necesidades, especialmente las afectivas; tienen miedo de comprometerse a largo plazo. Esta condición se llama fragilidad psicológica; caracteriza, aunque en medida diferente, a los jóvenes de todo el mundo. Siendo, pues, “estos” los  jóvenes a los que Dios llama a la vida consagrada salesiana, con sus cualidades y sus debilidades, se hace imprescindible para los formadores conocer esa situación y partir de ella por los caminos de crecimiento y formación.

Existe además la fragilidad vocacional. Se encuentra desde los primeros pasos de la experiencia formativa. Sucede con frecuencia que se comienza el camino formativo sin haber hecho una verdadera opción vocacional; frecuentemente el discernimiento sigue abierto para cada opción y no se pone en marcha ningún proceso de identificación y de maduración vocacional. Otras veces no se presta suficiente atención a las motivaciones vocacionales conscientes e inconscientes, ni a su purificación y robustecimiento. A veces no se conocen ni se aplican de modo apropiado los criterios de discernimiento vocacional. Otras veces es insuficiente la atención a la formación humana y a la vida de fe de los candidatos; sucede también que no se les ayuda a comprender desde el principio el sentido de la vocación consagrada salesiana como una llamada de Dios y no principalmente como una opción propia. La centralidad de la visión teológica y de la experiencia de la vocación consagrada debe estar siempre presente.

Se subraya finalmente la fragilidad formativa. Se da cuando los caminos formativos son débiles, cuando los equipos de los formadores son deficientes y están poco preparados, cuando la metodología formativa es inadecuada. Ocurre a veces que el proceso formativo se reduce prevalentemente al aspecto intelectual y no se da suficiente importancia al trabajo en el interior del formando; en este caso no se llega a la personalización de la formación: la persona entonces no asume la responsabilidad de la propia formación, está poco disponible a un verdadero acompañamiento personal, sobre todo espiritual, tiende a vivir el proceso formativo como conformación al ambiente y no como configuración con el Señor Jesús y su estilo de vida. Cuando se da fragilidad formativa, no se pueden vencer ni la fragilidad psicológica ni la vocacional; su superación es, por tanto, una condición preliminar a todo compromiso para vivir en plenitud la vocación.

 

 

4. Hablemos ahora de la fidelidad vocacional. ¿Por qué se ha sentido la necesidad de ofrecer reflexiones y orientaciones sobre la fidelidad?

 

Creo que hay dos motivos fundamentales. Ante todo esas orientaciones intentan ayudar a cada hermano a vivir en plenitud y alegría la vocación en la vida consagrada salesiana, con la conciencia de que es, sin duda, un don que Dios le da para su salvación, santidad y alegría personal, pero que es sobre todo un regalo que Dios le hace para el bien de los jóvenes y de la Iglesia. Esto significa que la vocación a la vida consagrada salesiana debe vivirla de modo que dé testimonio de Cristo, de la Iglesia y del Evangelio. En segundo lugar estas reflexiones pretenden estimular y sostener a los hermanos a ser fieles a los compromisos tomados en la profesión religiosa y ordenación presbiteral. Se sabe que hoy, en cualquier estado de vida, no es fácil vivir la fidelidad; los fuertes cambios socio-culturales actuales, pero también las debilidades de la vida de fe y de la propuesta de vida consagrada son los que ponen en riesgo la fidelidad. Estas reflexiones se orientan a reforzar la convicción de que con la gracia de Dios es posible ser fieles también hoy y a ofrecer sugerencias para vivir la fidelidad con alegría.

 

 

5. ¿A quién van dirigidas estas orientaciones?

 

Estas orientaciones van dirigidas ante todo a cada salesiano que ha asumido el compromiso de la profesión religiosa, temporal o perpetua y, para alguno también, de la ordenación presbiteral. La formación, inicial o permanente, debe poner las bases y debe servir de ayuda para su fidelidad. Cada uno debe sentirse responsable, individual y comunitariamente, no sólo de la propia fidelidad, sino también de la fidelidad de los demás. Esas orientaciones afectan también a los formadores y comunidades formadoras, ya que su trabajo influye mucho en la identificación vocacional y en la respuesta fiel. Están dirigidas, por último, al Inspector con su consejo, a la Comisión inspectorial para la formación, a los Directores de la Inspectoría, porque la fidelidad creativa y gozosa de sus miembros depende de su “cultura”, mentalidad y estilo de vida y del impacto de su obra de animación y gobierno.

 

 

6. ¿Cuál es el mensaje fundamental que se desea comunicar a todos los hermanos?

 

El mensaje fundamental que se desea comunicar a los hermanos es que la vocación a la vida consagrada salesiana no es en primer lugar una opción de vida propia, sino el designio de Dios sobre cada uno por un amor de predilección. Si fuese primariamente una opción propia, la vocación se podría cambiar cuando no fuese ya agradable. En cambio, por ser la vocación un proyecto de Dios, y más aún, convirtiéndose Dios, en la profesión religiosa, en compañero de vida de cada uno, no se trata de preguntarse cuánto aguanta nuestra fuerza sino cuánto dura la Suya, y la Suya dura por siempre. Le corresponde, entonces, a cada uno colaborar con la gracia de Dios, que será siempre suficiente y no faltará nunca, tratando de vivir la fidelidad día a día. Hará falta para eso poner en el centro de la fidelidad una sólida teología de la vocación, que ayude a vivir una fuerte experiencia espiritual y apostólica de la misma.

 

 

7. En este sexenio se ha acentuado especialmente la atención a la disciplina religiosa. ¿Hay alguna conexión entre la disciplina religiosa y la fidelidad vocacional?

 

Todos nosotros tenemos la experiencia diaria de que la fidelidad puede custodiarse y vivirse sólo con una lucha constante contra las propias debilidades y con un compromiso continuo, a veces heroico, contra las tentaciones y las concesiones. La fidelidad requiere el combate espiritual; ese combate es precisamente la disciplina religiosa, es decir, la ascesis constante para ser auténticos discípulos de Jesús. Podríamos decir que la fidelidad vocacional es la mística de la vocación, mientras que  la disciplina religiosa es su ascética. También en este caso la mística y la ascesis deben cultivarse siempre juntas. En efecto, la disciplina religiosa está intrínsecamente vinculada con la fidelidad vocacional, hasta el punto de que la falta de disciplina religiosa lleva inevitablemente al decaimiento de la fidelidad vocacional y la disciplina religiosa sin fidelidad corre el riesgo de reducirse a una observancia formal sin “espíritu y vida”.

 

 

8. ¿Cómo favorecerán la preparación y la celebración del bicentenario del nacimiento de Don Bosco el redescubrimiento de nuestra identidad carismática y, por tanto, de nuestra fidelidad vocacional?

 

Cuanto más nos acercamos y estamos unidos a Don Bosco fundador, conociéndolo, estimándolo, amándolo, imitándolo e invocándolo, tanto mejor profundizamos,  apreciamos y sentimos gratitud por el don de la vocación consagrada salesiana que vemos realizada en él. Todos estos elementos - el conocimiento, la estima, el aprecio, el amor, la gratitud - son factores potentes que impulsan hacia la fidelidad. Cada esfuerzo nuestro por conocer la historia, la pedagogía, la espiritualidad de Don Bosco y para asumir su misión con y para los jóvenes, nos lleva a identificarnos cada vez más con él y a vivir con entrega, generosidad y entusiasmo nuestra vocación.

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