El tema de la jornada de este año, “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital”, pone bajo los reflectores una inquietud válida no sólo para la Iglesia sino para toda aquella persona interesada por el rostro humano de todas las tecnologías que se han incorporado a la vida ordinaria en los últimos años: herramientas que permiten establecer verdaderas “redes sociales” pero que, no obstante su capacidad para hacer que la gente “se encuentre” a través de internet, no aseguran una relación profunda entre personas.
Agregar nombres a un listado de “amistades personales” no afirma nuestra verdadera capacidad de entablar relaciones humanas serenas, positivas y constructivas, aunque tampoco la imposibilita, depende como en todo lo tecnológico, del uso que de estos instrumentos se haga.
La insistencia del Papa para que las personas utilicen para bien estas “bendiciones digitales” es muy pertinente dado que la tentación de utilizarlas de manera superficial y poco humanizante está siempre latente.
A menudo las personas que habitan los espacios virtuales viven un dicotomía entre la propia fe y la manera de comportarse en la red. Se asumen con facilidad actitudes poco cercanas al mensaje del Evangelio y a la fidelidad a la verdad cuando se está detrás de una pantalla con acceso a internet. Se manifiestan comportamientos que llevan a “vidas alternas” o a vivir construcciones de una realidad lejana del mundo real, del mundo que exige compromiso y esfuerzo para vivir junto a otras personas.
Los jóvenes, precisamente porque son nativos digitales, personas para las cuales toda tecnología puede llegar a ser con facilidad parte integrante de la propia vida, representan en este contexto la posibilidad más seria para contar con verdaderos humanistas y evangelizadores en esta “arena digital” toda vez que logren aceptar el reto que Benedicto XVI les propone: utilizar todos estos recursos para el bien, propio y de sus congéneres, una invitación presente no sólo en el mensaje de este año.
Pero este reto para los jóvenes conlleva a uno igualmente serio para los adultos. En la medida en que padres de familia, educadores y líderes de opinión, católicos o no, logren poner en evidencia a los jóvenes y niños todo aquello que de bueno y justo tiene la tecnología (y esto depende del buen ejemplo), entonces la niebla de mentira y falsedad que recubre en muchos casos al mundo digital podrá despejarse y dejar a simple vista su potencial humanizador y su importante papel en la construcción del Reino.
Publicado el 24/01/2011