(ANS – Roma) – “Todo ser humano – hombre, mujer, niño, niña – es imagen de Dios. (…) Por lo que declaramos en nombre de todos y de cada uno de nuestros credos, que la esclavitud moderna – en la forma de trata de las personas, trabajos forzados, prostitución, tráfico de órganos – es un crimen de “lesa humanidad’”. Así lo decía el Papa Francisco el pasado 2 de diciembre, en ocasión de la Declaración conjunta de los Líderes religiosos contra la esclavitud. Sin embargo, en el Norte de Africa centenares de miles de personas, escapándose de la guerra, de las discrimación y de la pobreza, son tratadas sin dignidad alguna.

Las noticias que siguen llegando a don Mussie Zerai, Director de la Agencia Habeshia, y a sus colaboradores, son terribles. Lo cuentan los mismos refugiados o alguno de sus familiares. Hablan de secuestros, chantajes, palizas, torturas violencias continuas. Mujeres y hombres reducidos a una condición de cosa de nadie: esclavos, objetos humanos a disposición de cualquiera, mantenidos en vida solamente por el posible uso que se pueda hacer de ellos cambiándolos o vendiéndolos. Mercancía de donde poder sacar cuatro chavos.

Muchas veces los refugiados, que provienen preferentemente del Cuerno de Africa, son víctimas de emboscadas premeditadas mientras se dan a una fuga desesperada hacia Libia, meta de pasaje hacia Europa. Las bandas criminales que los secuestran se dedican a llevar a cabo alguna que otra paliza, para que les “sirva de ejemplo”  en el caso de tener que sofocar cualquier intento de resistencia. Después comienzan los telefonazos-chantaje a los familiares, con frecuencia llevados a cabo mientras se tortura a las víctimas, de manera que sus gritos de dolor hagan más “eficaz” la petición de dinero.

Cada refugiado debe pagar a sus verdugos varios miles de dólares para transportarlos a tierra, en el Sahara, por mar. El que no puede pagar la cantidad entera no tiene ninguna esperanza de salir. I se le apalea prácticamente cada día.

Pero no se dice que el que paga salga mejor parado. “Tenemos noticias de Trípoli - añade don Zerai – de que en la costa de Libia hay cerca de 2.500 eritreos y etíopes y otros tantos somalíes y sudaneses amontonados en algunos cobertizos. Han pagado ya su ‘ticket’ por tener un lugar en cualquier embarcación. Esperando poder ser embarcados en los días siguientes. Sin contar con las condiciones del mar y del tiempo. Todo dependerá probablemente de la eventual necesidad de tener espacio en los cobertizos donde están encerrados los pobres, para otros desesperados como ellos mismos. Así el riesgo de morir en el Mediterráneo aumenta”.

Hay más información disponible en el sitio de la Agencia Habeshia.

Publicado el 06/03/2015