(ANS – Ciudad de Guatemala) – Hace pocas semanas el padre Giampiero de Nardi estaba todavía en Italia, en la tierra donde nació y desarrolló sus primeras actividades como salesiano. El domingo 25 de septiembre recibió el Crucifijo Misionero en la Basílica de María Auxiliadora de Turín y ahora ya en misión en Guatemala, en la capital, envía el testimonio de sus primeros días como misionero.

“En estos días estamos hablando mucho sobre la futura misión. El proyecto va adquiriendo forma y parece muy interesante” narra. “Iniciaremos el trabajo en una parroquia en la ciudad de San Benito, que nos garantizara un lugar fijo y la posibilidad de hacernos conocer a la gente”.

Lo más importante, al inicio, es la confianza y el acompañamiento de la comunidad y de la Iglesia local, que afortunadamente no falta: “Seremos cuatro, porque el Inspector enviará un hermano de la inspectoría como Director de la casa; (…) la misión se construirá en los terrenos que Mons. Fiandri, el obispo (salesiano, ndr) compró fuera de la ciudad. (…) Quiere que nos ocupemos de los jóvenes y que los eduquemos para ayudarles a salir adelante. Está convencido, y el resto es el secreto de Don Bosco, que con una correcta educación pueda construir una sociedad diversa o mejor”.

La condición de la población guatemalteca no es simple: factores como la violencia y la inseguridad, la corrupción, la pobreza, los bajos niveles de economía y la baja inclusión política lo califican con Bajo Desarrollo Democrático en América Latina en el 2011 (datos de la Fundación Adenauer). Otros problemas importantes son la deuda externa que aflige al país, el tráfico y el consumo de droga.

Sin embargo, afirma el padre Nardi “la gente está siempre sonriente y la veo siempre dispuesta a no dejarse rendir. No se percibe el desanimo que pudiera ser lógico; y además es un pueblo muy religioso”.

También si hace poco que partió, el padre Nardi ya ha aprendido una lección importante en cada misionero: “Lo que estoy comprobando en esteos días, es una experiencia muy profunda de confianza en Dios. Me siento como los Israelitas cuando entraron a la tierra prometida: la describieron como una tierra rica de leche y miel, pero la realidad era una tierra desértica… Era una mirada de fe sobre esa realidad. (….) También aquí existen problemas, pero veo que los puedo afrontar con la seguridad de trabajar en la viña del Señor y con el optimismo que distingue a aquellos que saben que no todo depender de ellos”.

Publicado el 14/10/2011