(ANS – Río de Janeiro) – Mattia es un joven italiano, creció en el oratorio salesiano de La Spezia-Canaletto, y optó por ir solo a la Jornada Mundial de la Juventud en Río y servir como voluntario. Lo encontramos en el aeropuerto cuando se disponía a regresar a Italia, y nos habló de su experiencia.

Esta es la segunda vez que participo en una JMJ. Estuve en Madrid, como peregrino, pero esta vez me decidí a venir como voluntario para contribuir también y vivir la JMJ desde otro punto de vista... Se me encargó la tarea de asistencia, traducción y cercanía con los grupos durante la catequesis para los italianos; y también trabajé en el servicio del cordón de seguridad, separando la gente para facilitar el paso del Papa... fue una experiencia maravillosa.

¿Qué es lo que más te gustó del Papa Francisco?

A la gente Papa Francisco les encanta por su sencillez, los mensajes directos, sus bromas en completo estilo salesiano... y luego, siendo sudamericano, aquí recibió  inmediata simpatía. A mí personalmente me gustó mucho, me recordó a Juan Pablo II por las enseñanzas a los jóvenes a tomar riesgos para ser felices, de escoger a Cristo y llevarlo a través del mundo; pero también vi la continuidad con Benedicto XVI, cuya contribución a la Iglesia fue fundamental, y que permanecerá siempre en mi corazón.

¿Qué te gusta del carisma salesiano?

Crecí en el oratorio salesiano, frecuentando la parroquia, las fiestas juveniles del Movimiento Juvenil Salesiano, sigo participando como catequista y entre los animadores de las actividades de verano. ¡Para mí su belleza radica en la santidad para todos, que en la juventud existe la oportunidad de ser santos!

¿Qué te deja esta JMJ?

La JMJ en sí es una experiencia extraordinaria. Como me dijo un militar mientras hacíamos un cordón, “aquí todo el mundo está en paz". Y así es: no había naciones, estábamos todos unidos, todos hermanos y hermanas como lo somos en Cristo. Luego te permite conocer a mucha gente, por lo que te das cuenta de que las dificultades que vivimos todos los días son iguales a las de otros jóvenes de diferentes partes del mundo, y que el Evangelio ha llegado a todos los lugares. Fue muy común el intercambio de objetos, recuerdos... y ver la fe de muchos jóvenes, que tenían mucha más que yo.

Asimismo, recordaré la emoción por el Papa: en Italia estamos acostumbrados a tenerlo cerca, a oírlo en la televisión... Aquí vi a mucha gente llorar y emocionarse, era un evento "súper - excepcional" para ellos.

Y para los peregrinos y voluntarios sin duda era importante también la hospitalidad de la gente. Fui recibido por una familia que no tenía mucho, con camas duras, ni siquiera el agua caliente, pero lo poco que tenía lo donaba totalmente. Esto me hizo reflexionar sobre nuestra sociedad europea: nosotros que tenemos todo, queremos más y más y nunca damos a los demás. Ellos en cambio, me han hecho ver que, como dice el Papa Francisco, la verdadera alegría está en dar, no en recibir.

Publicado el 01/08/2013