(ANS – Katmandú)– "He pasado una semana en un Jeep Tata Sumo, visitando los pueblos con materiales de ayuda de día y durmiendo en el interior por la noche, por un temor mortal a dormir en mi habitación con el miedo de otro terremoto". El P. Savio Rai, miembro de la comunidad salesiana de Katmandú, cuenta en primera persona su experiencia del terremoto en Katmandú el 25 de abril 2015 y sus secuelas.

La vida tiene inherente en su propio ritmo tantos giros y vueltas que siempre debemos estar preparados para lo inesperado. ¿Quién podría imaginar que un terremoto de 7.9° traería tal desastre y que pusiera revés la vida de millones de personas?

El 25 de abril, sábado, (en Nepal el sábado es el día de descanso semanal, el domingo se trabaja) después de la misa llegué a casa y estaba tratando de prepararme para un curso de formación para los líderes que había de tener al día siguiente. En ese momento llegó Leonard, el fontanero, con otra persona. No sé por qué, pero alrededor de 11:40 me sentí muy incómoda y quería despedirlos. (...) Así que les dije que bajáramos a echar un vistazo a la nueva moto de Leonard y corrimos hacia abajo desde la planta superior, hasta la puerta de la escuela.

Tan pronto como llegamos a la puerta se sintió el gran temblor. Pensé que era un enorme camión que pasaba, pero la guardia gritó: "¡Padre, el Terremoto!" Y yo le dije a cambio: "Corre" y me precipité hacia nuestro campo de arroz. Pero para nuestra sorpresa, el depósito de agua, que estaba bloqueado con una barra de hierro, ya se había derrumbado y el agua se salía.

En un momento pensé: "Dios mío, me voy a ahogar" porque no sé nadar. Por un momento pensé en estar dentro del tanque, casi 20 pies de profundidad. De todos modos corrimos como borrachos y hemos logrado llegar a la pared, pero no pudimos saltarla (...). La pared parecía bailar y, finalmente, el movimiento fue tal que me tiró al campo y aterricé sobre mis rodillas. Yo estaba totalmente aturdido y pude ver los edificios en las colinas colapsando como barajas de cartas (...).

Desde entonces el miedo se apoderó de mí con tanta fuerza que mi cabeza seguía sufriendo y girando. Incluso el más mínimo movimiento de la puerta o ventana me espantaba. Yo no quería regresar a la casa después de ver el movimiento de la edificación. Así que decidí hacer del Jeep mi hogar temporal. Se ha convertido en un dormitorio, oficina, sala, cyber café, sala de juegos todo en uno (...). Solo después de escribir estas palabras, he decidido decir adiós al Jeep y volver a mi habitación.

(...) Fue una semana vivida con mucho miedo y tensión por parte de la gente, de la naturaleza y de otros elementos. Fue una semana donde tenía que estar frío y tranquilo a pesar de que por dentro estaba tenso, porque tenía que guiar a los fieles en la liturgia, interactuar con las personas, decir no a aquellos que solo quería llevarse las cosas. Pero dentro de estos momentos la misa, el rosario y la oración me han ayudado a seguir adelante.

Estoy contento de estar entre la gente, para ayudarlos en todo lo posible, y también estoy encantado de organizar las ayudas con mi generoso equipo, los exalumnos y el personal administrativo, bajo la guía del P. Jijo John, el coordinador de NEPAL DON BOSCO SOCIETY. Fueron momentos de miedo, pero también momentos para mantenerse cerca de la gente. Ha dado alegría y paz, y esto será conservado durante mucho tiempo. Una semana a bordo de un Jeep, una semana de gitano, una semana llena de terror y miedo, y, sobre todo, una semana cerca de las personas en dificultad.

Publicado el 07/05/2015